Con más verosimilitud podemos afirmar la existencia ocupacional distribuida por diversos puntos del término, y que arranca del neolítico superior con los hallazgos de la cultura achelense en las cuevas del Tajo Cartamal, donde se han localizado cerámicas cordadas, puntas de flecha de sílex y hachas.
Esta primera ocupación daría paso al asentamiento en el Cerro de Gabino y su entorno. Una primera ocupación íbera y luego romana. Elementos decorativos en vasijas de tipo doméstico y monedas ponen de manifiesto este asiento, así como la construcción de una torre de tipo militar rodeada de viviendas, datada entre los siglos el I y IV. Esta ocupación se distribuía por varios puntos del término. Relevante ha sido el descubrimiento de la Villa romana en el paraje denominado el Canuto, popularmente conocido como la Revuelta de Enciso, donde una lujosa construcción con ricos mosaicos y materiales constructivos denotan que la misma debió pertenecer a un rico comerciante o cargo público. También debemos nombrar varias ocupaciones romanas como la villa de los Lotes y el Molino del Tercio.
El abandono de estas villas y el desplazamiento de la población rio arriba nos lleva al cortijo del Algarbe, ya en término de Alhama de Granada, donde la aparición de unas estelas antropomorfas datadas en el siglo VI-VII, rellena un paréntesis entre ambas civilizaciones.
Los restos localizados, en diversas torres vigías, y distribuidos en los parajes del Bañuelo, Los Tajos, La Fuente Alta, Los Llanos, Cortijo de los Pozos y la Torre de Salar, construida en el siglo XIII y reformada en varias etapas, son la huella musulmana en el municipio.
El 29 de mayo de 1486, Hernán Pérez del Pulgar y Osorio “El de las Hazañas” con un puñado de escuderos toma la torre y recinto amurallado que la guarnecía. Por concesión Real tomó posesión de la torre y fundó el mayorazgo de Salar, que posteriormente dio paso a un tardío señorío en sus sucesores. La compra de la jurisdicción en 1683 y su conclusión en la escritura, firmada en Loja, que puso fin a los pleitos con esta ciudad, dan por concluidos estos en octubre de 1817. Los Pérez del Pulgar tendrán protagonismo en la villa hasta principios del siglo XX.
La gente de Salar se verá inmersa en todos aquellos avatares tumultuosos del siglo XIX y XX. Lucha contra el invasor francés y la adhesión a la revuelta campesina del albéitar lojeño, Rafael Pérez del Álamo en 1861, pagando con su vida el cabecilla salareño Antonio Rosas Moreno.
El asesinato del administrador de los Rodríguez Acosta, Antonio Enciso y Vico, (conocido en la prensa de la época como el Crimen del Salar) crea una profunda división entre los partidarios de los banqueros, defensores del modelo capitalista, y de los marqueses de Salar, partidarios de continuar con el régimen feudal que había perdurado durante tantos años, permaneciendo en un estado continuo de lucha contra los abusos de unos y otros que se alargarían hasta principios del siglo XX. Las discrepancias corporativas en el periodo 1914-1917 pusieron de manifiesto las carencias del poder municipal, que bajo la idealización de movimientos ciudadanos como La Juventud Obrera Salareña, denuncia los excesos caciquiles y absorbe las nuevas ideologías que van apareciendo en el marco municipal, me refiero al socialismo.
La República de 1931 aporta nuevos aires a la población salareña que se agrupa en sociedades de tipo anarquista para hacer frente a los sindicatos patronales, en defensa de los intereses de los obreros. Constantes huelgas, manifestaciones y protestas abarcan todo este periodo que desemboca en el enfrentamiento que conduce a la Guerra Civil. Tras un periodo de un mes de control de las instituciones por parte de los comités obreros, apoyados por los milicianos, se inicia un periodo de rencillas y ajustes de cuentas que pronto tendrán respuesta en la ocupación por parte del ejército sublevado que toma la villa el 1 de septiembre de 1936. A partir de este momento los fusilamientos de personas de orden, de otras que habían tenido algún papel significativo en época republicana; el robo de bienes de los huidos y algún que otro despropósito llevaron a la ejecución de más de cincuenta salareños.
Tras el regreso de los republicanos en 1939 a sus domicilios y las posteriores afrentas que recibieron, un buen número de ellos se marchó a la sierra para escapar de las represalias y posteriormente unirse a la Agrupación Guerrillera Granada-Málaga, que se prolongaría hasta junio de 1952.